Recorrí un largo andén hasta llegar a una plaza en penumbra. Mucho silencio en aquella fría noche. Te llamé para que vinieras a buscarme. Me senté a esperar bajo una lúgubre farola coronada por la niebla. Un gato asomó por una esquina al tiempo que apareció un vehículo desconocido. Estacionó a pocos metros. Bajaron dos individuos de los que solo distinguí la luz de un cigarro. Miré a un lado y a otro y no había nadie. Creí desvanecer de miedo en el acelerado latir de mi corazón. Se acercaban hacia mí, cuando apareciste tú.
Más de una vez me he preguntado, ¿qué hubiera pasado si hubieras tardado unos minutos más en recogerme?.
Sentir el miedo.
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