Constructores de instrumentos del siglo XVII

Son muchos los cambios ocurridos en la construcción de los instrumentos a lo largo de los años que van del 1630 a 1760. Se constata la belleza de los claves, laúdes y cistros del Renacimiento; la época barroca y pre clásica no es menos interesante: son admirables por su sonoridad y valor decorativo los claves de los sucesores de Hans Ruckers, Johannes y Andreas, así como los de sus primos Couchet.
Maestro constructor Stradivarius
También se distinguen en su construcción algunos franceses: Desruisseaux en París,   en Toulouse; más tarde Dumont, Richard y Blanchet.
Entre los ingleses destacan Charles Haward, Tomas Hitchcock y Jacob Kirchman; en Austria, Martín Kaiser, y en Alemania H. Hass y J. H. Sibermann.

Los archilaúd es en ébano y marfil de Giorgio Sellas son de riqueza comparable a los de Matteo Sellas, y las tiorbas de Mathis Hofman der Oude, de Amberes, son de aspecto más sobrio pero de facturar igualmente cuidada.
Los laúdes franceses, muy raros en esta época (1649), revelan un constructor experimentado, Des Moulins, que consigue una sonoridad tan plena y clara como la de los laúdes italianos o alemanes del Renacimiento.
En cuanto a las tiorbas, archilaúdes, guitarras y violas que nos dejaron los Thielke, diremos que figuran entre los más hermosos ejemplares que nos es dado admirar hoy.
También son excepcionales las guitarras de Jaques du Meslin, de Alejandro y Juan Voboam, y en Italia las de Jacob Stadler.
La familia de los violines fue la que atrajo especialmente la atención y esfuerzos de los constructores. Y así un violín como el de Linarola (1581) que se conserva en el museo de Viena, señala ya unas características que seguirán todos los violeros o constructores de violines.

Fabricada por Matteo Sellas
Dinastías como la de los a Amati: Andrea, Girolamo, Antonio, los Guarnerius: Andre, Giuseppe, llamado “del Gesù”, Pietro y en especial Stradivarius, llevaron a su apogeo el arte de la construcción de violines, e hicieron que Cremona fuese célebre en el mundo entero.
En Francia por ejemplo estos violines eran tan apreciados que ciertas asociaciones de symphonistes sólo admitían entre sus miembros a ejecutantes que poseeyese un instrumento originario de cremona. Las evaluaciones de los inventarios confirman esta preferencia: un violín de Lorena se tasó en 8 libras tornesas, en tanto que un pequeño violín de Cremona se valoró en 24; y un hermoso instrumento con la tapa incrustada en nácar de perlas, junto con su estuche y su arco, alcanzó el precio de 90 libras.


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