Para el concurso de Casa de Africa
Cuando me doctoré cumplí mi promesa.
Corría el mes de Junio. Polvo y sequedad bajo mis pies por la ausencia de lluvias que año tras año han ido matando las cosechas. En la choza de nipa, la pequeña Niara se encontraba en un estado lamentable, sabía que no pasaría de aquella noche y que su voz se extinguiría, al igual que su gemido,
en la agonía del hambre devastadora y letal. Nunca olvidaré sus ojos, cerámica blanca pintada de luz en la negrura de su piel, ni olvidaré su enriquecedora sonrisa. Las gentes de ese continente me han enseñado una percepción diferente de la vida y de la muerte. Quedo en deuda con ellos, impotente de poder aliviar tan honda pesadumbre.
Regreso a mi país que sigue crispado, donde ni siquiera mi vecino me saluda al entrar en el ascensor. Aquí no hay sonrisas.
Cuando me doctoré cumplí mi promesa.
Corría el mes de Junio. Polvo y sequedad bajo mis pies por la ausencia de lluvias que año tras año han ido matando las cosechas. En la choza de nipa, la pequeña Niara se encontraba en un estado lamentable, sabía que no pasaría de aquella noche y que su voz se extinguiría, al igual que su gemido,
en la agonía del hambre devastadora y letal. Nunca olvidaré sus ojos, cerámica blanca pintada de luz en la negrura de su piel, ni olvidaré su enriquecedora sonrisa. Las gentes de ese continente me han enseñado una percepción diferente de la vida y de la muerte. Quedo en deuda con ellos, impotente de poder aliviar tan honda pesadumbre.
Regreso a mi país que sigue crispado, donde ni siquiera mi vecino me saluda al entrar en el ascensor. Aquí no hay sonrisas.
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