En aquella tarde de junio asomaban los primeros calores presagiando lo que después sería un cálido y riguroso verano. El parque estaba espléndido, bien cuidado, con la belleza que la primavera regala a los rincones que decora con plantas y flores. Esos rincones a los que una va, apartándose del jaleo de la ciudad, a serenarse, a respirar aire puro, a leer, a encontrarse consigo misma.
Ese día especialmente lucía un cielo claro y limpio. La cita era a las seis. Una buena hora que permitía, tras un breve descanso después de comer, salir con el margen suficiente para iniciar el largo recorrido.
Los tres acudimos a la cita a la hora prevista.
Teníamos pendientes temas de qué hablar.
Nos habíamos conocido tras las pantallas de eso que llaman" blog". Un lugar dónde uno expone a la vista del publico, experiencias, opiniones, fotos, relatos, etc...
Nos habíamos conocido tras las pantallas de eso que llaman" blog". Un lugar dónde uno expone a la vista del publico, experiencias, opiniones, fotos, relatos, etc...
Brotaron las palabras en cada uno nosotros como gesto de amistad y recogimos los flecos de las cortinas de las ventanas de nuestro interior.
Hablar claro hace libre la expresión, y mas si se deposita allí donde encuentra protección, con franqueza, sinceridad y respeto. Incluso en la confrontación. Las palabras entre amigos no tienen necesidad de perifollos ni atavíos de adulación.
Participamos del breve encuentro en charla de dimes y diretes espontáneos, merienda picnic incluida, con paseo y fotos por la bella rosaleda inundada de flores en la pérgola.
Cada uno se llevó dentro de si las impresiones del otro. Después cada uno regresó a su camino.
Empezaron las ausencias.
A mi no me sorprendieron pero me hicieron mucho daño.