Presentado a Concurso de Zenda
"Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento". (Oscar Wilde)
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Para llegar a ti, vencí vergüenza y miedos,
sonrojo y desasosiego.
Atravesé puertas. Rompí silencios.
Necesitaron sonrisas y miradas
las palabras de mis adentros.
En mi muro sembré certezas desnudadas.
Oídos sordos y tibiezas agrietadas
salieron a mi encuentro,
algún pellizco, diana en mi epicentro,
de ligera brisa que, si resopla, escapa.
Quise entrar en tu nube de intereses,
delicada espera colmada de reveses,
donde no coexiste el tiempo que precede,
si no hay nada que dar al ofrecerse.
Del fútil rincón donde arraigarse, huyo,
cuando vislumbro un ápice murmullo
de marañas, líos o intereses,
que no apoyo, ni tan siquiera arrullo.
El eco de mi voz reverbera
en una estancia oscura y negra,
como sala de cine sin sesión,
para una titiritera errante. Trena.
Cautiva de una red de insustancial respuesta,
tantas veces vana,
donde un “me gusta” está a merced,
en compasión insana,
de creerse que lo es todo,
cuando casi siempre es nada.
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