No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente. (Virginia Woolf).
Como cada tarde me dispongo a escribir.
Quisiera que mis palabras abandonaran el tono gris que las difumina. Viven encorsetadas en mi pensamiento, tan ofuscadas como mi ya ciega cordura. Han sido tan discretas que me han hecho la vida difícil, tan inmaduras que todavía permanecen encadenadas a mi cobardía. Hoy les he pedido que se desaten y ellas me han contestado que sí, que están dispuestas a desvelar verdades. Así que no pierdo ni un segundo. Y escribo. ¡Ummm! Bueno, claro, sí, pero, ¡Ufff!… creo que prefiero deleitarme con la lectura de Virginia Woolf, que para estos atrevidos propósitos ya buscaré otro día.
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